Discurso a los participante en el congreso por el décimo aniversario de la publicación de la encíclica Fides et Ratio
jueves 16 de octubre

(Fragmento)

El Papa reconoce las contribuciones que la ciencia ha hecho en la comprensión de la naturaleza, pero también nos advierte de los peligros que entraña cuando, con orgullo, levanta el método experimental como la única forma válida de conocimiento La Iglesia ha defendido la fuerza de la razón: "Con este magisterio la Iglesia se ha hecho intérprete de una exigencia que brota en el contexto cultural actual. Ha defendido la fuerza de la razón y su capacidad de alcanzar la verdad, presentando una vez más a la fe como una forma peculiar de conocimiento, gracias a la cual nos abrimos a la verdad de la Revelación. Se lee en la encíclica que hay que fiarse de la capacidad de la razón humana y no fijarse metas demasiado modestas (...) ¿Quién puede negar la aportación que los grandes sistemas filosóficos han hecho al desarrollo de la conciencia del ser humano y al progreso de las culturas? Estas, a su vez, son fecundas cuando se abren a la verdad, permitiendo a los que participan en ellas alcanzar objetivos que hacen más humana la sociedad. No podemos esconder, sin embargo, que ha habido un cambio de línea en el pensamiento, que ha pasado de ser primariamente especulativo a -en su mayor parte- experimental. La investigación se ha dirigido ante todo a la observación de la naturaleza, con la intención de desvelar sus secretos. El deseo de conocer la naturaleza se ha transformado después en la voluntad de reproducirla. (...) La conquista científica y tecnológica con la que se provoca cada vez más a la "fides" para que se confronte, ha modificado el concepto antiguo de "ratio"; de alguna forma ha marginado a la razón que buscaba la verdad última de las cosas para dar espacio a una razón orgullosa de descubrir la verdad contingente de las leyes de la naturaleza. La investigación científica tiene ciertamente su valor positivo cuando las ciencias aplicadas son fruto de la razón y expresan la inteligencia con que el ser humano penetra la profundidad de lo creado y la fe, por su parte, no teme el progreso de la ciencia y los hechos a los que llevan sus conquistas cuando su finalidad es el ser humano, su bienestar y el progreso de toda la humanidad. (...) La razón siente y descubre que además de lo que ya ha alcanzado y conquistado, existe una verdad que nunca podrá descubrir partiendo de sí misma, sino únicamente recibir como un don gratuito. La verdad de la Revelación no se superpone a la verdad alcanzada por la razón; más bien purifica la razón y la eleva, permitiéndole así dilatar los propios espacios para entrar en un campo de investigación insondable como el misterio mismo"