EL AÑO DE LA ASTRONOMÍA ¿ FESTEJO ATEO O CREYENTE ?

Adolfo L. Orozco Torres
adolfoleon22@prodigy.net.mx

Este año de 2009 fue declarado por las Naciones Unidas como “El Año de la Astronomía” al conmemorarse 400 años de que Galileo Galilei dirigió su rudimentario telescopio hacia el cielo en lugar de hacia el horizonte marino, e inició una serie sorprendente de descubrimientos celestes que produjeron tal vez el más profundo cambio de paradigmas científicos y sociales, sin proponérselo él directamente. Galileo seguramente se dio cuenta de la trascendencia de sus hallazgos, pero lo más importante no fue lo que vio sino cómo lo analizó y las conclusiones que sacó de sus observaciones. Muchos contemporáneos suyos vieron los cielos nocturnos con los propios telescopios de Galileo y alentados y dirigidos por él mismo, pero ninguno de estos observadores tenía la capacidad analítica, matemática y racional que lo caracterizaron y que finalmente lo llevaron a enfrentarse a la ciencia aristotélica de su tiempo. A principios del siglo XVII la inmensa mayoría de los filósofos naturales (léase científicos) eran aristotélicos. La ‘inteligentzia’ eclesiástica, tanto católica como protestante traían una pesada carga filosófica aristotélica después del muy exitoso rescate de Aristóteles iniciado por San Alberto Magno y concluido por Santo Tomás de Aquino.

El verdadero conflicto de Galileo no fue contra la Iglesia, sino contra Aristóteles. En el bando que defendió a Galileo había sacerdotes, Cardenales e incluso los Papas contemporáneos en privado se manifestaron proclives a sus ideas, y sus enemigos también fueron sacerdotes, Cardenales y al final el Papa Urbano VIII molesto por la supuesta burla contra él que Galileo había puesto en boca de Simplicio en su “Diálogo Sobre los Dos Grandes Sistemas del Mundo” Y este conflicto entre Galileo y sus acusadores ante la inquisición, la cual, una vez recibida una denuncia no tenía más remedio que concluirla, concluyó en una sentencia que a muchos sorprendió por lo suave y ligera que resultó. Se trató más bien de un conflicto interno en la Iglesia. Los contendientes de ambas partes eran católicos profundos, creyentes y practicantes y cuya fe nunca estuvo en discusión. Galileo nunca tuvo dudas en su fe. En sus escritos siempre manifestó que sus descubrimientos lo hacían admirar más las obras del creador y lo incitaban a luchar más denodadamente para que los teólogos entendieran que la Sagrada Escritura no debía interpretarse en forma literal cuando esta interpretación entraba en conflicto con datos ‘duros’ de la naturaleza, y en lo cual Galileo tenía toda la razón. En una de sus múltiples cartas citaba a un clérigo que había dicho: “Las Sagradas Escrituras nos enseñan como se va al Cielo, no como va el cielo”

Pero los ateos, echan las campanas al vuelo cada vez que el nombre de Galileo aparece porque para ellos, en su ignorancia o mala fe, el “Caso Galileo” es el argumento más serio, sólido y profundo para demostrar que la Iglesia Católica es una institución oscurantista, retrógrada, enemiga del progreso, perseguidora de la libertad de pensar y de investigar y creen y esperan que “El Año de la Astronomía” con la difusión tan amplia que está teniendo a nivel mundial y popular servirá para exhibir la intransigencia y el dogmatismo eclesiástico y ayudará a que la humanidad se libera de la esclavitud de la superstición y el dogma liberando su espíritu –si, aunque parezca increíble, los ateos luchan por liberar el ‘espíritu humano’ de loas cadenas de la superstición. ¿Si no hay Dios según ellos, entonces de donde viene un espíritu cualquiera?- de estas cadenas que no le permiten emanciparse a su gusto.

Pero desde luego que están equivocados. El Año de la Astronomía es en realidad un festejo para los creyentes. Mientras más conozcamos la creación más admiraremos al creador. La Iglesia y los creyentes, en particular los católicos, no sólo no ven con desconfianza el avance de las ciencias y en particular el de la Astronomía, sino que consideran estos avances con admiración, orgullo y una especie de temor reverente al contemplar la belleza incomparable de las obras que han salido de la mano de Dios. La Iglesia opera uno de los Observatorios Astronómicos más antiguos y sus Sacerdotes científicos –Jesuitas, Dominicos, etc.- han contribuido en forma importante en el avance de la Astronomía. Baste citar al Dr. George Lemaitre, sacerdote Jesuita y creador de la Teoría del Big Bang, la más aceptada por la comunidad científica en el campo de la astrofísica moderna. Otro caso es el del Dr. Michael Heller Astrofísico Polaco y Sacerdote Católico. ganador del Premio Templeton 2008 por sus contribuciones a la armonía entre ciencia y fe (www.cienciayfe.org)

Así la Iglesia se ha sumado al festejo del Año de la Astronomía con una serie de actividades que incluyen Congresos, Exposiciones, etc. Ya en una contribución previa en este mismo semanario hemos hecho referencia a las diversas actividades organizadas por la Iglesia Católica para sumarse a estos festejos. De este modo, para las personas objetivas e imparciales, independientemente de su actitud personal hacia la religión o hacia la ciencia, este festejo no puede menos de ser una auténtica celebración. El interés principal es llevar el entusiasmo, la emoción, la sorpresa y el asombro al público en general y en particular a las jóvenes generaciones. En nuestras actuales ciudades, inmersas en la contaminación atmosférica, visual y auditiva, en que las preocupaciones diarias rara vez nos permiten voltear a ver el cielo, y cuando lo hacemos difícilmente logramos ver las estrellas, recuperar esta emoción del redescubrimiento de las maravillas del cosmos no podrá menos de acercarnos al creador y recordar al Salmista que dice: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, la obra de sus manos anuncia el firmamento” (Salmo 19; 2)